«Ocho meses para diez segundos» bromeaba Pedro Sánchez con el monarca Felipe VI en la toma de posesión del cargo de Presidente del Gobierno. «Ha sido rápido, simple y sin dolor. El dolor viene después…» replicaba el Borbón en toco jocoso….
Pues sí, mucho tiempo después parece que los españoles tendremos gobierno, y que a partir de ahora, todos nuestros problemas tendrán solución (nótese la ironía). Pero traigamos el asunto a nuestro terreno, la comunicación. Ya expresé mi opinión al respecto de la gestión pública de la política en verano, en La Gran Mentira de la Comunicación, pero quiero rematar esa reflexión con un asunto que se quedó pendiente, la sobreexposición, o sobrexposición, y sus consecuencias.
En los últimos años, gran parte de la sociedad mundial ha entrado de lleno en el mundo de las redes sociales y la comunicación online. Este elemento tiene un potencial y beneficios sin parangón, en los que no voy a extenderme. Pero, entre sus características, está la de dejar constancia de todo lo que se dice y todo lo que se hace. Me explico, en el siglo XX, si alguna persona quería buscar alguna declaración de los responsables políticos de la época, el acceso a esa información era bastante complicado, teniendo que visitar las diferentes hemerotecas de los medios de comunicación existentes. Hoy en día, en menos de lo que se desbloquea el móvil, tenemos acceso a todas las declaraciones públicas y privadas de muchos de los personajes ilustres.
Sorprendentes ejemplos
De esta manera, podemos encontrar al ya Presidente Pedro Sánchez, hablando sobre la locura de gobernar con Ahora Podemos y los independentistas, o a Mariano Rajoy pidiendo un referendum para Cataluña…Y así, podíamos seguir con un buen puñado de casos, muchos de los cuales se encargan de rescatar los compañeros de Maldita Hemeroteca.
Pero, entonces, ¿es que uno no puede cambiar de opinión? Pues no lo sé. Lo que sé, es que mucha gente con cierta posibilidad de ser Ministro/a o Secretario/a General, mientras usted y yo, nos preocupábamos por ponerle a los Reyes Magos los vasos de leche y el roscón, estaban como locos borrando de sus redes, todo aquello que pudiera dificultar o descartar su candidatura: una publicación revolucionaria cuando nunca pensó llegar a la política, esa foto indecorosa de un fin de semana con amigos, aquellos vídeos en los que se celebran (con cánticos incluidos) los éxitos deportivos de mi equipo, y un largo etcétera que a buen seguro les llevaría gran parte de la noche. Seguramente, se habrán cerrado perfiles de Twitter, estados de Facebook, fotos de Instagram, y algún que otro «retoque» al perfil de LinkedIn, temiendo que tras las primeras filtraciones, lo que parecía íntimo, se multiplicara por los medios de comunicación como sentencias absolutas.
Pero, ¿es eso justo?¿Puede ser que hace 10 años tuviera una opinión sobre un asunto público, y una década después, con el aprendizaje que dan los años, opine de otra manera? Sea o no justo, la autocensura ha llegado para quedarse. Bueno, aquellos que puedan, porque nuestros dirigentes tienen la obligación de acaparar los medios y redes, por lo que prometen seguir haciendo cosas distintas a las que dicen. Y es que, querid@ amig@, uno es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras, y ahora más…
Sergio Franco